La Vanguardia
Galería Alta de Andorra reúne a los mejores fotógrafos del siglo XX, desde Vivien Maier hasta Joel Meyerowitz, con su particular foco de los coches y el sueño americano.Aviso: no es lo que tienen en mente.
El Thunderbird de Thelma y Louise, el Compact Pussycat de Penélope Glamour (mucho más veloz que el de Margot Barbie), el Ford V8 ametrallado en Bonnie y Clyde, el Chevy Malibú de Ryan Gosling en Drive, Kitt, el Coche Fantástico...
La publicidad y el cine siempre han vendido el coche como un espacio privado y sagrado, los fotógrafos ofrecen una visión distinta.
¿Cuál podría ser el automóvil más icónico de la historia? Es imposible elegir. ¿Para qué? Desde siempre y hasta nuestros días, la publicidad y el cine han elevado a los coches a categoría de naves espaciales privadas, a paraíso mullido con botones y lucecitas, para la aventura de corta distancia o de largo recorrido.
La libertad sobre cuatro ruedas a toda velocidad, too fast too furious. Por suerte, nada de eso sucede en la Galería Alta de Andorra donde algunos de los grandes fotógrafos de la historia muestran su obra. En ella, los automóviles son bellos, están relucientes, pero a la vez tienen un punto anecdótico. Atrezzo de lujo.
Los protagonistas no son tanto quienes los conducen sino quienes los admiran y no los poseen, los que van caminando con las maletas porque no tienen para un taxi. El escenario es el paisaje, un cielo interestelar, o el friso del cine que anuncia una película de Kirk Douglas y cuyas letras se ven reflejadas en la capota azabache.
En 1963, Lee Friedlander recibió un encargo de ‘Harper's Bazaar de retratar a los coches del año: los colocó en lugares insospechados.
Tal vez la culpa de todo, aunque no fuera el primero, fue Lee Friedlander con su serie titulada Los coches nuevos que fue un encargo de 1963 de la revista Harper’s Bazaar. Se publicó. Fue tan revolucionaria como escandalosa. A los dueños de las grandes marcas estadounidenses de Detroit, la Motor Town, se les cayó el puro de la boca al ver el resultado. What the f***? Nadie había retratado nunca a los relucientes nuevos modelos del año junto un tiovivo, escondidos sin pena ni gloria detrás de una cabina telefónica, en una gasolinera donde se ven los paneles publicitarios y el coche parece irreconocible o detrás de la reja de un aparcamiento neoyorquino en el que no se sabe cuál es el automóvil en cuestión.
Los coches estrella de la temporada eran el Chrysler 300, el Chrysler Imperial, el Mercury Marauder y el Lincoln Continental. Friedlander estaba diciendo que el vehículo, nunca mejor dicho, con el que se llegaba al sueño americano, no era el que parecía. El coche también era un bello eslabón de la cadena de montaje en la que vivimos constantemente.
Por las paredes de Galería Alta circulan con parsimonia y elegancia automóviles (muchas veces cortados, casi nunca enteros) fotografiados por estrellas de la fotografía mundial como Joel Meyerowitz, Vivian Maier, William Klein, Berenice Abbott, Ted Croner, Bruce Davidson, Louis Stettner o Marvin E. Newman.
'Selwyn, 42 Street, Nueva York, 1955', foto de William Klein
Una mención especial para Saul Leiter que es la estrella de la muestra –al igual que lo ha sido en Les Rencontres d’Arles junto a la del fotógrafo franco-barcelonés Jacques Léonard-. Leiter llena las paredes de la galería con una visión aún más revolucionaria que la de Friedlander en su día.
Ya no se trata de poner al automóvil fuera de contexto, sino de convertirlo en poco menos que una anécdota, en un elemento perceptible pero casi abstracto, en lo último (o casi) en lo que uno se fija al mirar la foto. El coche se da por sentado, la curiosidad nace desde el volante o desde la ventanilla, el exterior, la lluvia, el bordillo de la acera, un toldo, roban protagonismo a las maravillosas piezas de ingeniería.
'Sin título', de Saul Leiter en una imagen no fechada.
Los automóviles de Leiter tienen su personalidad, pero salvo excepciones no ocupan el centro de la imagen. Son héroes a los que han bajado del pedestal, dioses a los que han sacado del altar. En una de ellas una mujeres que se van de viaje conversan con las maletas en el suelo. El coche es, a la vez, protagonista y presencia fantasmal.
En la muestra de Galería Alta hay una imagen de Vivian Maier, la del señor que lleva sus maletas no se sabe dónde, que es extraordinaria, no solo por su calidad sino porque es en color. La niñera fotógrafa siempre iba justa de dinero y los carretes en color eran bastante caros. Así que desde aquí le agradecemos el esfuerzo económico: la fotografía luce mucho. En blanco y negro hubiera estado bien, pero en color, brilla una barbaridad.
Ray K. Metzker
Espectáculo en blanco y negro
Cinema Noir es el título de la muestra paralela que la galería andorrana dedica a Ray K. Metzker (1931-2014), un auténtico maestro a la hora de componer paisajes de luces y sombras, siempre en blanco y negro que a veces están hechas de una sola y otras están ensambladas a partir de varias imágenes. La exposición está íntimamente ligada a la de los coches, porque en muchos de los trabajos de Metzker, los automóviles forman parte de la composición pero aparecen de forma residual, entrecortados y casi irreconocibles.