La fotografía, la disciplina artística más democrática

Fátima Poppe, The Objective, 11 March 2023
Frankfurt', fotografía de Ray K. Metzker, 1961. | Cortesía Galería Alta.
 
En 2021, Pancho Saula y Michelle Ferrara crearon Galería Alta en el pueblo de Anyós, en Andorra. Como grandes conocedores del mundo de la fotografía, apostaron por abrir al público las puertas de su hogar, donde albergan parte de su colección fotográfica. A la muestra actual de Sarah Moon le tomará el relevo la obra de Ray K. Metzker desde el 6 de mayo.
 
THE OBJECTIVE conversa con Pancho Saula, director de Galería Alta, sobre sus inicios y su actual espacio dedicado a la fotografía. Saula se formó como abogado y ejerció sus primeros años en París, lugar donde conoció al responsable financiero de la agencia de modelos Elite. «Tenía veintisiete años cuando conocí a Marcos Esteve. Me contó sobre el concurso Elite Model Look, y de John Casablancas su director, quien estaba en Nueva York,  buscando a alguien que le ayudara en la organización. Yo había trabajado de chico como modelo, así que no era un mundo tan ajeno para mí. Le dije al despacho con el que trabajaba que estaba enfermo y al día siguiente tomé un vuelo a Nueva York para conocer a Casablancas. Nos llevamos muy bien. Así empecé a trabajar con la agencia. Dirigí Elite España durante cinco años. Me di cuenta de que el mundo de la moda no me entusiasmaba tanto como el de la fotografía. Lo que más valoro de esos tiempos fue la oportunidad que tuve de trabajar con muchos fotógrafos, además de conocer a mi esposa Michelle». 
 
  Self Portrait. Pancho Saula. | Cortesía Galería Alta
 
Saula se refiere a la top model Michelle Ferrara, a quien conoció en Madrid en la pasarela Cibeles. Los dos comparten desde siempre la pasión por la fotografía y ahora la dirección de la galería. «Las primeras fotos que adquirí, sin pensar que luego formarían parte de una colección fueron de Michelle. Cuando la conocí, me sorprendió mucho que habiendo trabajado con los mejores, como Meisel, LaChapelle, Demarchelier o Lindbergh, no tuviera ninguna fotografía. Nos pusimos en contacto con los fotógrafos y les contábamos que las queríamos para tener recuerdos familiares».
 
PREGUNTA.- La etapa en la que trabajó para John Casablancas fue casi posterior al gran auge y reconocimiento mundial que había tenido como agente de modelos, pero luego llegaron las acusaciones de explotación y trama de abusos que hizo la BBC. ¿Cómo fue asumir el cargo?
 
RESPUESTA.- Lo viví en primera persona porque me contrataron después del escándalo y me encontré con ese gran challenge, no sólo de gestionar una agencia de modelos, sino de darle la vuelta a un negocio. Cuando empecé mucha gente creía que la agencia estaba cerrada, a mí me gustan los retos y felizmente creo que lo logré hacer bien.  Siempre he tenido una visión muy profesional del trabajo, creo que mucha gente en cambio entra en esta industria a trabajar por razones equivocas, felizmente creo que esto ha cambiado mucho. Antes había mucha gente muy joven con falta de formación, en un contexto donde había que ser muy responsables, por eso ocurrieron abusos y situaciones muy desafortunadas. Es como en los escándalos de la política o del cine, ocurre en todos los rubros. Es una representación estadística de la sociedad. Independientemente del trabajo que uno haga, se encuentra gente maravillosa y gente deleznable. Ahora está más regulado y las cosas han cambiado para bien, pero había una época en que había más libertad y hay gente que en vez de valorarla, abusó de ésta, eso fue lo que pasó. 
 
P.- En todo caso, se podría decir que su experiencia fue buena, y luego abrió Pancho Saula Artist Managementsu agencia especializada en la representación de fotógrafos. 
 
R.- Sí. Fue en un momento en el que la fotografía de moda se empezaba a separar meramente de lo publicitario. El paralelismo entre la moda, las modelos y la fotografía siempre ha sido muy obvio. Los fotógrafos hasta principios de los setenta no se ganaban la vida vendiendo sus fotos. Los grandes fotógrafos como Man Ray, Erwin Blumenfeld o George Hoyningen-Huene, que luego incursionaron en moda, se ganaban la vida siendo reporteros de guerra o trabajando para medios como Life Magazine o Time. Por ello no es raro encontrar fotografía de moda hecha por grandes fotógrafos, hoy esto ocurre menos.
 
Fotografía de Sarah Moon. John Galliano para Christian Dior. 1999. | Cortesía Galería Alta.
 
P.- Con la experiencia que tiene, me imagino que logra entender cuando un fotógrafo tiene una visión propia, un lenguaje reconocible y potente, tanto en el ámbito comercial como personal. 
 
R.- Claro y pienso que, si el fotógrafo es bueno, casi no se nota la diferencia entre ambas. Hay un mismo aire de familia por encima del ámbito profesional. Eso se logra claramente, por ejemplo, cuando uno ve los trabajos de Sarah Moon, quien además empezó con la fotografía de moda. 
 
P.- ¿Quiénes fueron las primeras personas que llamaron su atención e interés para representarlos?
 
R.- En España me interesaba mucho la obra de Txema YesteLuego también trabajé con Michelle, mi esposa, quien empezó a hacer fotografía. Conocí luego la obra de Francesco Carrozzini, hijo de Franca Sozzani, la famosa editora de Vogue Italia. Lo contacté sin saber que era su hijo y nos reunimos en Milán. Desde un principio, me sorprendió lo joven que era. Tenía apenas veintidós años, pero la madurez de su fotografía era impresionante. Ahora se dedica más al cine.  
 
P.- ¿Siente que hubo algún momento primordial en la fotografía de moda?
 
R.- Hubo un grupo de fotógrafos en la moda muy importantes que trabajaron de forma continua para distintos medios. Para el Vogue americano estaba Richard Avedon e Irving Penn, en el Vogue Italia estaba Roversi, Peter Lindbergh, Steven Meisel, en el Vogue Francia figuras como Guy Boudin o Patrick Demarchelier. Además, era una época en la que estos fotógrafos tenían muchísima más libertad creativa que la de hoy, pese a que en la moda los fotógrafos se pasan la vida haciendo encargos. En ese entonces se trabajaba con película, no con digital, lo cual los hacía tener el control de lo que ocurría. Hoy en día, detrás de cada campaña o photo shoot, existen veinte personas dirigiendo y opinando, a diferencia de cuando trabajaban con película. Antes el resultado estaba en sus manos y no se veía hasta que se revelasen los negativos y nos los enseñaran. Era una suerte de magia. Actualmente todo se ha acelerado mucho, es muy abrumador la cantidad de imágenes que vemos y es muy difícil mantener la calidad.
 
 
Fotografía de Ray K. Metzker. 1963. Philadelphia (Man and Impala). | Cortesía Galería Alta.
 
P.- Y con tanto bullicio de imágenes, ¿por qué optó por coleccionar fotografía?
 
R.- Cuando hice mi primera vista a Art Basel, me quedé fascinado con lo que vi, y me enamoré de un tríptico de William Klein. Además me di cuenta que era una obra que me podía «permitir», alrededor de pinturas y esculturas con precios muy por encima de mis posibilidades. Igual hice una locura comprándolo, porque en esa época lo que debí de comprar por necesidad, era un coche. Desde entonces, empecé a adquirir obras fotográficas, pero tampoco me considero un coleccionista, porque no me interesa acumular. Las fotografías que he ido comprando, han sido muy meditadas en conjunto con mi mujer.
 
P.- ¿Cuáles son las particularidades de coleccionar y representar a fotógrafos?
 
R.- Al tratarse de fotos, la misma fotografía se puede encontrar disponible en otros lugares, esto lo hace emocionante y también tiene que ver con el tema de la transparencia, porque siempre se trata de múltiples y eso hace que el componente especulativo sea muy bajo. Es un mercado más sólido, lo he visto con la obra que tengo. Es más parecido al mercado inmobiliario. Si compras algo bueno con el tiempo, lo más probable es que aumente su valor. Ganaría más vendiendo pintura o escultura, pero acá me siento muy cómodo, porque también es un mercado que tiene mucho por recorrer. La fotografía tiene esa contradicción, porque a pesar de ser la disciplina artística más democrática que existe, ya que todos podemos ser fotógrafos al tener una cámara en el móvil, es muy desconocida. Como galerista es muy emocionante tener acceso a artistas vitales y poderlos dar a conocer. En otros ámbitos del arte esto no ocurre. Hasta con el diseño veo que casi todo lo nuevo, se trata de reediciones o reinterpretaciones de lo antiguo. La fotografía no revisiona tanto, porque hay mucho por mostrar.
 
 Fotografía Ray K. Metzker. 1979. Pictus Interruptus. | Cortesía Galería Alta.
 

P.- La anterior exposición fue de Bruce Weber. Actualmente está Sarah Moon hasta el 21 de abril. ¿Cuál será la próxima muestra? 

 

R.- Expondremos a uno de mis fotógrafos favoritos, Ray K. Metzker, de la escuela de Chicago. No es de los más conocidos. Ahora que la galería esta sólida y ha alcanzado cierto prestigio, voy a tomar el riesgo de exponerlo. Al mismo tiempo, estoy expectante de ver cuál es el retorno. Siempre he seguido mi instinto o criterio a nivel expositivo, porque además la galería es mi casa. Con cada exposición convivimos varios meses, la idea es que dialogue constantemente con el espacio. Sería incapaz de vivir con obra que no me encante. Cada muestra es un cambio de piel para nuestro hogar, como un autorregalo. 

 

P.- En 2018 presentó la muestra «Madagascar». ¿Cómo se animó a tomar fotos, habiendo estado siempre en el rol de representante? 

 

R.- En un momento tuve la necesidad de hacer algo. Me fui cinco días a Madagascar y ahí nació el proyecto homónimo. Ya había estado antes en la isla con mi familia, y sentía que era un lugar donde podía ocurrir algo interesante fotográficamente hablando. Cuando recuperé la película y los negativos vi muchas cosas que me gustaron. Para la edición del proyecto trabajé con Joel Meyerowitz, pionero de la fotografía en color, de «Madagascar» también hicimos un libro en el que también participó. La obra gustó mucho, se expuso en Casa Vicens en Barcelona, la primera que construyó Gaudí y la presentó Marta Gili, directora en aquel entonces del Jeu de Paume de París. 

 

 Fotografía Ray K. Metzker. 1963. Philadelphia. | Cortesía Galería Alta.

 

P.- ¿Cómo se puede hacer para visitar la galería?

 

R.-Recibimos visitas de todas partes el mundo. Hay gente que llega a Andorra únicamente para visitar el espacio. Sólo se necesita enviar un correo para cuadrar la fecha. La visita es gratuita. Solo pedimos una aportación de diez euros que se donan íntegramente a Caritas. Andorra tiene la suerte de tener un paisaje hermoso. Estamos rodeados de naturaleza y como país es una auténtica anomalía histórica.  Existe desde la época de Carlomagno y ha logrado no ser absorbido ni por España ni por Francia. Vale mucho la pena conocerlo. He vivido en París, Nueva York, Barcelona y ahora en Andorra y desde que estamos acá instalados, siento que no volvería indefinidamente a vivir en una ciudad. Creo que la naturaleza da mucho equilibrio y es un gran escaparate para poder apreciar el arte.

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